Antonio Abril: «Debemos fomentar la colaboración entre universidad y empresa»

Antonio Abril (CCS) colaboración entre universidad y empresa

Someter a la universidad española a un riguroso diagnóstico para conocer su robustez y vitalidad genera un debate intenso que deviene en una lista de reformas que se reclaman hace tiempo en nuestro país con la finalidad de que las instituciones de enseñanza superior estén preparadas para afrontar los retos que se suceden en una sociedad global, digital y en constante transformación económica y cultural. Así lo ha hecho Antonio Abril Abadín, Presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas (CCS), en esta entrevista, poniendo en evidencia las debilidades pero también las fortalezas del sistema universitario español y su rol dentro del tejido productivo.

Antonio Abril Abadín llegó a la presidencia de la CCS hace tres años. Su incansable empuje, a base de propuestas concretas, intervenciones elocuentes y de la claridad de sus palabras, ha dado unos cuantos frutos y sobre todo ha puesto en evidencia que “para construir una casa hace falta empezar por los cimientos, no por el tejado”; es decir, hay que modificar el actual sistema de autogestión y gobernanza universitaria, al ser “excepcional, anómalo y sin parangón en ningún otro sistema universitario europeo”, además de comprometer la excelencia internacional de nuestra educación superior.

Para Antonio Abril Abadín, Patrono de Fundación CYD, Presidente del Consello Social de la Universidade da Coruña (UDC) y Secretario General y del Consejo de Inditex, la evolución del sistema universitario español necesita de manera imprescindible reformas profundas de su modelo estructural y la implicación, en su sistema de gestión, gobierno y rendición de cuentas, de representantes de la sociedad, personas externas a los claustros, dotadas de un estatuto jurídico que garantice su capacidad, compromiso, dedicación e independencia, reto esencial para conseguir que el modelo de éxito universitario funcione en España.

Además, Antonio Abril Abadín es un defensor a ultranza de la colaboración entre universidad y empresa: “Está en la médula de los Consejos Sociales la misión de acercar la universidad y la empresa”. Según su valoración, para que ese círculo virtuoso entre ambos eslabones se consolide de manera consistente, la clave está en transformar la investigación y el conocimiento que produce la universidad en economía productiva. 

La CCS aglutina a los consejos sociales de las universidades públicas y a los consejos y patronatos de universidades privadas. Los Consejos Sociales son los representantes de la sociedad en la universidad española y tienen por ley el control económico, presupuestario y del rendimiento de los servicios de las universidades. Su labor se centra en servir de puente entre universidad y sociedad, la denominada tercera misión universitaria, para hacer llegar al tejido productivo los resultados de la investigación universitaria y convencer a las empresas de que la excelencia universitaria, si no forma parte de su negocio, sí debe hacerlo de su compromiso social.

Conversamos con Antonio Abril Abadín para conocer su valoración respecto a los avances de la universidad española en este último tiempo, así como los desafíos aún pendientes para promover los cambios en su seno que le permitan adoptar con solvencia sus propias decisiones, impulsar el progreso de los territorios y garantizar la equidad social. 

1- A causa de la pandemia, el 2020 es el año de la digitalización en la universidad y la empresa. ¿Cómo ha reaccionado la comunidad universitaria y cuál es tu valoración respecto a las decisiones que se han tomado? 

A comienzos de este año, la CCS y la Red de Fundaciones Universidad – Empresa de España (REDFUE) publicaron un informe respecto a la situación de la universidad española ante el reto de la transformación digital. Este trabajo pre-pandemia reflejó las limitaciones de las universidades públicas españolas ante tal objetivo: falta de recursos económicos y humanos, escasez de profesorado formado en tecnologías disruptivas, falta de motivación e incentivos (situación agravada por la elevada edad media del PDI), estructura universitaria rígida y burocratizada con resistencia al cambio, falta de agilidad del sistema universitario y desconocimiento de las tecnologías emergentes.
Por lo tanto, en marzo, como tantas otras instituciones públicas y privadas, las universidades se vieron sorprendidas y tuvieron que acelerar su capacidad de cambio/respuesta ante el reto de la digitalización. Hay que poner en valor el esfuerzo que han hecho para hacer frente a esta situación sobrevenida y reconocer que hicieron en 6 meses lo que hubieran tenido que hacer en 6 años. 
De cara al nuevo curso, hay que decir que es difícil gestionar con tanta incertidumbre y con la escasez de medios o recursos que tiene la universidad, pero hay que sobrevivir sacando el máximo partido de las diferentes opciones. Creo que todo lo que puede digitalizarse, debe poder ser digitalizado y a partir de aquí, adoptar con responsabilidad y realismo las mejores decisiones según las circunstancias, porque la presencialidad tiene un valor añadido indudable, pero si no es posible, el objetivo tiene que ser no perder ni una hora de clase. Al final, vamos a tener que apostar por la mejor combinación posible entre la enseñanza online y offline.

2- Según el informe “Situación y retos de las universidades españolas ante la transformación digital” elaborado por la CCS y REDFUE, solo el 38% de las universidades españolas está desarrollando una estrategia de transformación digital. Según tu percepción el reto no es tecnológico sino cultural, ¿es así?

El estudio antes citado pone de relieve que la transformación digital va de personas, no de tecnología ni de máquinas, y por tanto, que su motor es la estrategia. Lo que debemos hacer es crear una nueva cultura en la que las tecnologías son solo las herramientas que, bien implementadas, sirven para mejorar la competitividad de la institución. Lo importante es el necesario cambio cultural. 

3- En cada crisis hay una oportunidad, dice la frase. ¿Crees que el sistema universitario español ha sabido ver una oportunidad en esta pandemia? 

Estamos todos obligados a sacar conclusiones positivas de la crisis, debemos plantearlo como un reto absolutamente necesario. Las universidades han mejorado su capacidad de respuesta, se han conectado más con la sociedad, han mejorado su sensibilidad hacia la cooperación público-privada (una gran asignatura pendiente de la sociedad española), y se ha producido un mayor acercamiento entre las universidades y el sector productivo.
Sin embargo, aún se debe mejorar la digitalización de la educación superior. Hay que insistir en que no se trata de renunciar a la presencialidad sino de garantizar que no se pierda ni una sola hora de clase. Para ello, la implantación de la tecnología debe permitir cambiar de la formación presencial a la online cuando sea necesario.

4- En la cumbre empresarial de la CEOE de junio de 2020 expresaste que el salto en competitividad de la economía española tras la crisis de la Covid-19 debía venir de la mano de la Educación y que para ello se necesitan reformas estructurales y financiación adecuada. ¿Cuál es tu lectura respecto a las administraciones públicas?

El rol de las administraciones públicas en materia de educación es francamente decepcionante. En España, tenemos muchas asignaturas pendientes de mejora y una de ellas es la atención al talento de las personas que es el verdadero motor del desarrollo económico y de nuestro bienestar social. Hay que dar prioridad en el gasto público a la financiación de la excelencia de la educación. Desde la CCS hemos puesto de relieve que en España no se cuida el talento ni se prioriza la financiación de la educación y de las universidades.
El IMD, una escuela de negocios suiza, publica cada año un “Word Talent Ranking” que clasifica los países por su capacidad para generar, retener y atraer talento. En el correspondiente al año 2019 salimos en la posición 32 de 63 economías. Nos penaliza, especialmente, nuestro escaso gasto público en la educación por estudiante, las escasas habilidades con los idiomas y la falta de motivación por las reducidas posibilidades de ascenso profesional. El gasto público en educación representa hoy en España el 4,24 % del PIB -el porcentaje más bajo desde 2006. Solo cinco países de la UE-28 se sitúan por debajo de España y estamos a mucha distancia de referentes como Finlandia 6,75 % o Suecia 7,05 %. Y si nos vamos al gasto público en universidades, resulta que el indicador está en el 1,28% del PIB, el noveno valor más bajo de los 34 países de la OCDE (1,52% en promedio) que ofrecen información.
Ante la crisis económica de los años 2007 y siguientes, en lugar de invertir en educación, universidades, ciencia e investigación, redujimos el gasto y la inversión en esos conceptos. Gravísimo error, justo lo contrario ya que los países de referencia de la Unión Europea.
En el concreto caso de las universidades, hay que cambiar su modelo estructural de gestión y gobierno y diversificar sus fuentes de financiación. No podemos seguir con universidades exclusivamente financiadas con transferencias corrientes y de capital del sector público. El mecenazgo, por ejemplo, es una de las vías que ofrecen más posibilidades, para ello tenemos que cambiar la ley de fundaciones y sacar partido de las asociaciones de alumni.

5- En la misma jornada de la CEOE expresaste que la sociedad y su sector productivo «han pecado de omisión y falta de compromiso con la gobernanza, la modernización y la excelencia de su Educación Superior». ¿Aún falta mejorar la relación universidad-empresa?

Sí, se necesita incrementar la colaboración entre universidad y empresa, y sobre todo estimular la transferencia de resultados de la investigación universitaria a la empresa. Hay que reconocer que toda colaboración público-privada es cosa de dos y el sector productivo ayuda poco porque está compuesto mayoritariamente por microempresas que operan en sectores tradicionales muy poco intensivas en mano de obra cualificada y en la nueva economía del conocimiento. Por lo que se refiere a las empresas medianas y grandes, solo un 0,8% han pecado, salvo excepciones, de omisión en su necesario compromiso con la universidad española, si no como parte de su modelo de negocio, al menos sí como parte de su compromiso social.

6- Una de tus preocupaciones es la situación del talento español, el «verdadero motor del desarrollo económico». En el acto de clausura del Informe CYD 2018 te referiste a los porcentajes de desempleo (9%) y de sobrecualificación (37,5%) que sumados dan la mitad de egresados sin trabajo adecuado a su calificación. ¿Qué recomienda la CCS?

Tenemos un gravísimo problema de empleabilidad en España y en particular de los egresados universitarios. Las cifras de nuestro país son las más altas de Europa en paro e infraempleo o sobrecualificación. Estamos volcando cada año al mercado casi 100.000 universitarios a los que no vamos a ser capaces de darles un trabajo adecuado al esfuerzo y compromiso que les hemos pedido al hacer un grado o máster. Razonablemente tienen un grado de frustración y desencanto que compromete nuestro futuro de manera seria. 
Nadie admite ser culpable, pero deberíamos de reconocer que este es un tema del que todos somos responsables. Por una parte, las universidades carecen de flexibilidad y agilidad en la configuración de sus grados. Entre el diseño, la acreditación, verificación e implementación de un grado universitario pasan 6 años. En este tiempo, ha cambiado el mundo, las necesidades de las empresas, y las habilidades y las competencias demandadas en el mercado laboral. Las universidades sostienen con razón que no son fábricas de los perfiles que se demandan en las empresas sino que brindan una formación mucho más amplia en principios, valores y competencias transversales. Si escuchamos a las empresas, nos dicen no ser las responsables del sistema educativo y que lo que quieren es profesionales con las competencias adecuadas a los puestos de trabajo que necesitan. Al final, deberíamos de asumir que la responsabilidad es de todos, hay que mejorar la autonomía de las universidades para que puedan adaptar sus titulaciones a las necesidades reales del tejido productivo y las empresas deben colaborar con ellas participando en la formación en habilidades y competencias de los estudiantes y en el diseño de los títulos.

7- ¿Está preparado el sistema universitario español para tener un papel de liderazgo en educación, innovación y emprendimiento, los tres pilares esenciales de la transformación digital? 

Hay que conseguir que las universidades tengan autonomía operativa real para hacer frente al mundo tremendamente competitivo, global, tecnológico y rápidamente cambiante que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, vemos que ya se están enfrentando con otras iniciativas de formación y de titulaciones que van a competir con ellas porque a las empresas les importa mucho más el título que da “la universidad de la vida” que el título formalmente reglado. Hay empresas (Google por ejemplo) que están empezando a ofrecer programas con certificación que quieren competir con las titulaciones universitarias y formar a los profesionales en aquellas competencias que el mundo global y tecnológico está necesitando. El estudio sobre transformación digital de las universidades que antes cité, refleja que las universidades ya han perdido el monopolio de la transmisión del conocimiento y están a punto de perder el monopolio de la certificación. Por tanto, es necesario, poder adaptar con rapidez, sin perder excelencia, las titulaciones oficiales a las capacidades y habilidades que precisan las empresas. De ahí que debamos fomentar la colaboración entre universidad y empresa, así como llevar las empresas a las universidades superando la cultura de la reticencia entre estos dos eslabones. Las empresas tienen mucho que aportar en la formación profesional de los estudiantes universitarios transfiriendo las capacidades específicas que el mercado laboral necesita. 

8- En la declaración que la CCS realizó sobre el impacto del coronavirus en España se ahondó en la idea de que “ahora somos más conscientes que nunca de que la ciencia y la investigación no solo crean riqueza y bienestar, sino que además salvan vidas humanas”. ¿Hemos tenido que sufrir una pandemia para tenerlo claro? 

Siempre hemos valorado más la salud que la educación, y más en estos momentos. Por eso, es el momento de insistir en que si queremos una buena sanidad, es necesario que haya detrás una buena educación, una buena ciencia y una buena investigación. La sanidad pública es fruto del esfuerzo de la ciencia y la investigación. Por ello, debería ser una prioridad mejorar el gasto, en realidad la inversión, que las administraciones públicas hacen en I+D+i y llegar al 2% del PIB. Además hay que insistir en que la ciencia y la investigación son rentables, no solo socialmente sino también económicamente, si se gestionan con criterios de competitividad y meritocracia, y buenos ejemplos tenemos en España, como Ikerbasque en País Vasco, Icrea en Cataluña o los Institutos Independientes integrados en la Alianza de Centros Severo Ochoa y Unidades María de Maeztu (SOMMa), formada por los centros y unidades acreditados con las respectivas distinciones, (entre ellos el CRG, CSIC, CNIO, IRB, ICFO, ICQ …). El problema que tiene la universidad es que, con su rigidez y falta de autonomía operativa, no es posible introducir criterios de competitividad y consiguiente productividad en su investigación.

9- Son varias las entrevistas en las que declaras que «este país no apuesta por la educación ni sus derivados como la ciencia, la investigación y la colaboración entre universidad y empresa». ¿Qué hacer y por dónde empezar para sincronizar a los distintos eslabones del sistema educativo, económico y social de España?

Hay que insistir en que estamos teniendo un problema cultural. Ha mejorado la colaboración entre universidad y empresa y la sensibilidad social sobre su convivencia, ya que hace años pronunciar la palabra empresa en la universidad era automáticamente generar una reacción contraria de mercantilización y peligro para la libertad de enseñanza, pero todavía hay mucho camino que recorrer. Nuestra sociedad tiene que asumir que universidad y empresa, cada uno con respeto de sus características, tienen un objetivo concurrente: el bienestar social. Las universidades hacen mucha y buena investigación que hay que dirigir no solo hacia la publicación sino también hacia la transferencia para que el sector productivo la transforme en desarrollo económico y social.
Hay que adoptar algunas medidas concretas, como reformar la legislación que regula la transferencia de resultados (La LOU, la legislación general sobre ciencia, tecnología e innovación, la Ley de Patentes, la Ley de Propiedad Intelectual…), así como mejorar la configuración de las OTRIs para que puedan tener una función más comercializadora y de traslación a las empresas de los resultados de la investigación universitaria. 
Desde luego, y como tema prioritario, hay que cambiar el sistema de gobernanza de la universidad española, superar el actual sistema de autogestión y dar entrada a la sociedad en su gestión, responsabilidad y rendición de cuentas. La universidad tiene que poder sacar más partido del talento de sus personas y ser el verdadero motor del desarrollo económico y social que España necesita. Empresas y sociedad en general tenemos que comprometernos más con su excelencia.

10- La pandemia ha sido un punto de inflexión en la sociedad toda. En materia universitaria se ha puesto en debate si la universidad prepara a los estudiantes para su inserción profesional. ¿Cuáles son las sugerencias y/o propuestas de mejora que promueve la CCS?

Estamos en un entorno de incertidumbre y ahora lo que hay que hacer es sacar el máximo partido de la combinación del mundo online con el offline. Aunque hayamos bajado la actividad de la universidad académica como consecuencia de la reducción de la presencialidad, hay muchos valores y conclusiones que se pueden aprovechar de esta situación, que es como una universidad de la vida: la aceleración en la capacidad de respuesta, la resiliencia y la capacidad de adaptación a circunstancias difíciles.
Hay que mejorar la transformación digital de nuestras universidades y la brecha digital que tenemos, más en la parte docente que en el alumnado. Si la situación mejora y a partir de aquí apostamos más por la educación, las universidades, la ciencia y la investigación, esta crisis pandémica no habrá deteriorado excesivamente la formación de nuestros estudiantes ni nuestro futuro.
También tenemos que mejorar la internacionalización de nuestras universidades. España es, inexplicablemente, el sistema universitario menos internacionalizado de toda Europa a pesar de tener el castellano, el segundo idioma más hablado del mundo occidental, como gran elemento de competitividad. Tenemos menos de un 3% de estudiantes extranjeros en las universidades españolas y es casi imposible contratar a un profesor extranjero. Estamos renunciando a una fuente decisiva de formación y riqueza cultural.

11- Este año, y antes de la emergencia sanitaria, se hicieron muchas apuestas de conciliación política ante el cambio de gobierno en España. La CCS pidió al nuevo Ministerio de Universidad que convierta la educación superior en una prioridad del gobierno. ¿Crees que así se ha hecho?

La CCS intenta siempre tener una conversación constante y fluida con los interlocutores de la universidad española, en este caso con su Ministerio. Hace mucho tiempo que venimos pidiendo que la universidad española sea una prioridad de toda la sociedad. En septiembre de 2018 comparecimos en el Congreso de los Diputados junto a CRUE, la Cámara de Comercio de España, la CEOE, CEPYME, CREUP y todos los sindicatos para pedir a nuestras instancias parlamentarias que situaran a la universidad española como una prioridad estratégica de su acción y promovieran una nueva Ley Orgánica de Universidades que cuente con un amplio consenso político y social plasmado en un gran pacto de estado. Seguiremos insistiendo, hace falta voluntad política para afrontar la educación superior como una prioridad de gobierno y dotar a las universidades de medios para hacer frente a las exigencias de un servicio público de educación superior en el mundo actual. Continuaremos pidiendo tres cosas a nuestros representantes políticos (que hasta ahora no han sido capaces de cumplir): valentía porque la reforma de la universidad nunca ha sido fácil pero hay que hacerla, generosidad porque la inversión en educación siempre es a medio-largo plazo y más allá de las próximas elecciones, y grandeza de miras porque nada puede ser tan rentable para nuestro futuro como la inversión en la excelencia de nuestras universidades.

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